Hay algo de lo que hace tiempo quería hablaros: de los compromisos que adquirimos a lo largo de la vida. Puede que tú no te acuerdes pero igual hace mucho tiempo prometiste no volver a desear algo para que no te sintieras mal al perderlo, …
Puede ser que te dijeras algo de niño, o más adelante según te hacías mayor.
Esa promesa que te hiciste a ti mismo continúa vigente aunque no la recuerdes.
Quizás te estés boicoteando en el amor, en el trabajo, con los amigos, con tu salud… Y resulta que inconscientemente sólo estés actuando según esa directriz.
Sumérgete en la memoria para descubrir qué promesa te hiciste. Quizás en ese momento te sirvió pero ya no te sirve, y tienes que desprogramarte.
Para eso primero tienes que encontrar esas promesas que te hiciste.
Josephine Wall
Quizás tu mente lógica ya la ha desechado, pero tu subconsciente la tiene presente. Así que sácala a tu presente para poderla cambiar.
Algunos al leer esto, se han permitido un tiempo de retroceso y les está llegando ya su propia información, apúntalo rápido para que no se te olvide.
Ese recuerdo, ese instante, esa conversación o esa imagen. Luego le darás vueltas. ¿En qué consistió?, ¿qué suceso pasó?, ¿qué pensaste?, ¿qué sentiste?, ¿qué te prometiste?.
Si ya sabes tus promesas piensa en qué situaciones se vuelven a manifestar, o en lo que vives si se cumple. Tómate tu tiempo, tienes tus notas para seguir apuntando y escribiendo, según se te ocurra, según estés tranquilo para pensarlo.
Si no te viene ninguna apunta esas cosas de tu vida que crees que fallan o de las que estás insatisfecho, de las que crees que falta algo.
Escribe breve y corto, pocas palabras te bastarán para definirlo.
Ante eso espera a ver qué sucesos de tu vida te vienen a la mente. Vuelve a vivirlos desde la seguridad de tu presente, desde la tranquilidad de saber que ya pasaron y de que guardan un aprendizaje, una lección, una forma de entender el mundo.
Con uno te viene otro y otro y otro, apuntas palabras de cada uno de ellos y edad que tenías aproximada.
Sigues hacia atrás.
Los que estén bloqueados vuelve a construirlos, si te hace falta volviendo a decir las cosas, vocalizando lo que veas, lo que recuerdas.
Al fín se detiene en uno, el origen. Ahora puedes ver cuál es el nexo en común de todos ellos, si no lo ves claro no te preocupes, tu mente ya lo sabe aunque no te lo muestre. Las notas te permitirán verlo más adelante.
En esa situación te hiciste una promesa: ¿cuál es?
Era no lloraré más, no gritaré más, no dejaré que los demás me digan lo que tengo que hacer, haré todo lo que me digan, si quiero que me quieran tengo que aguantar cualquier cosa, no aguantaré lo que no quiera, nunca tendré mucho dinero, haré lo que sea por tener dinero, jugaré con la gente, no haré nada porque las cosas no cambian, lucharé porque todo cambie, tengo que hacer las cosas sol@ para que funcionen confiaré solo en mí, …
Quizás fue sólo un razonamiento que te diste a ti mism@ pero que lo sentiste vívidamente como real, así le diste fuerza y lo convertiste en promesa, una promesa contigo mismo. Quizás se lo hiciste a otra persona: tu madre, tu padre, un herman@, un amig@, una pareja.
Siempre estaré contigo, siempre te protegeré, te nutriré, nunca amaré a otr@,...
Esas promesas valían en su momento, era la expresión de una emoción, una sensación, un cariño. ¿Te han estado limitando o sientes que te limitan ahora?, ¿ De qué modo?.
Si no son justas para ti, no son justas tampoco para la otra persona.
Es hora de limpiarlas, de descubrirlas y decirlas: gracias, ahora ya no me valéis. Yo ya he aprendido la lección o quizás no pero he conocido esa forma de proceder y ahora tengo otras que aprender.
Ahora yo prometo quererme y cumplir los anhelos de mi alma para tratarme con respeto y justicia.
Escríbete tu propia promesa, la que te parezca más indicada pero que no sea limitante; que no limite el libre albedrío de los demás ni el tuyo propio.
No te preocupes tampoco si estás cerrando campos, porque ahora probablemente no eres capaz de verlos; si crees que es buena después de darle un par de vueltas pues es la que te vale.
Ya descubrirás en la próxima revisión qué fallo tenía.
Al fin y al cabo nos hacemos promesas sin saberlas (se distinguen porque se une el corazón y la mente en su origen: razonamiento con fuerte emoción y voluntad de cumplimiento).
Y las descubrimos cuando nos molestan porque siempre queremos clasificar el mundo para sentirnos seguros en la inmovilidad, es cuando queremos movernos que nos estorban.
Si crees que no tienes ninguna, ¡oye quizás no la tengas!, ¡felicidades!, o quizás no te entorpecen…
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